En la comisaría de policía no
se hablaba de otra cosa, un caso muy extraño - y poco usual, para un
pueblo tranquilo- al que se enfrentaba el comisario: había
desaparecido un asesor laboral del Centro Cultural de la Mujer,
Jorge, y todos los indicios apuntaban a que había sido secuestrado.
Unas horas antes Jorge se
encontró con Philip en los pasillos del enorme edificio, que
albergaba varias dependencias culturales, donde trabajaban. Se
saludaron como todos los días y Jorge se dirigió a su oficina para
atender a las usuarias que tenia que recibir, pero antes pasó por
la biblioteca para dejar el libro que había recogió días antes.
Allí saludó efusivamente a un alumno de uno de sus cursos, que
andaba por allí, Mélvin Antonio, que así se llamaba el
adolescente, le preguntó que para cuando el próximo curso y
quedaron en mandarse un correo para estar al tanto.
Mientras tanto,
Philip bajó a la cafetería del Centro, había quedado con Pablo, un
pescador que conocía de saludarlo todos los días en sus caminatas
por el puerto, y al que había pedido una red prestada, para pintar
un bodegón de tema marinero en sus clases de pintura. Allí estaba
sentado, pelo negro, piel curtida, con una gran mochila a sus pies.
Sobre las once y treinta,
Pedro y Laura se dirigían hacia la oficina de información y se
encontraron con Jorge, que entregaba al conserje la llave de una
sala, después de una de sus reuniones. Pedro y Laura habían ido a
preguntar por las nuevas clases de saxofón que se iban a impartir en
el centro. Les informó de que las daría un conocido suyo , Albert ,
que estaría en la sala de música en la segunda planta, a donde los
acompañó el conserje, tan servicial como siempre.
A partir de esa hora ya
nadie volvió a ver a Jorge. Extrañados de que dejara el trabajo sin
avisar, imaginaron que algo grave le había tenido que pasar.
El comisario,
después de hablar con todas y cada una de las personas que habían
hablado ese día con Jorge, se dirigió hacia las clases de pintura
para hablar con Philip , con el que todavía no había entablado
conversación, para preguntarle a qué hora vio por última vez a
Jorge. En la clase todo estaba patas arriba. Philip dijo al comisario
que la red que le habían prestado para su bodegón había
desaparecido sobre las once, cuando bajó al bar a desayunar, en
donde encontró al desaparecido desayunando con su amigo Albert, y
que después de esa hora no lo volvió a ver.
El comisario Pérez buscó
por todo el centro a Albert, al que encontró dando sus clases de
música. Contó lo mismo que Philip, que no veía a Jorge desde el
desayuno. Un tanto nervioso, le comentó que estuvieron hablando de
que llevaba días recibiendo llamadas de teléfono anónimas, y que
estaba preocupado.
Pérez, sin embargo, no
había localizado todavía a Melvin Antonio. La recepcionista de la
biblioteca le dijo que después de saludar a Jorge el muchacho estuvo
hablando con unos amigos, que salieron todos riéndose de allí, lo
que le pareció extraño, ya que parecía que apreciaba bastante a
Jorge.
Una vez en su despacho,
Pérez ordenó a un subordinado que investigara las llamadas
recibidas por el asesor durante el mes anterior. Una hora después ya
tenía en su poder todas las llamadas entre las cuales se reflejaban
las de un móvil que estaba a nombre de Melvin Antonio, que fue
llamado a comisaría inmediatamente para ser interrogado.
Una vez en la comisaría,
el chico le preguntó al comisario por qué tanto alboroto por una
broma. Pérez, asombrado, no sabí a que se refería, y Melvin
Antonio empezó a relatar los hechos de la mañana, una vez que
saludó a Jorge en la biblioteca él y unos amigos suyos quisieron
gastarle una broma y estuvieron esperando a que Jorge terminara de
desayunar para hablar con él , pero antes se habían dirigido a las
clases de pintura, habían entrado con un gancho y se habían llevado
una red usada que había allí. Mientras Jorge se había dirigido a
la oficina para dejar unas llaves, y acto seguido al servicio.
Entonces vieron cómo gastarle la broma: lo encerraron, rompiendo el
pestillo. No sabía porque tanto alboroto.
El comisario, enfadado, le
dijo que había sido dado por desaparecido hacía ya unas seis horas.
Extrañado se dirigió con el chaval hacia el Centro para ver si era
cierto lo que le había dicho. Pregunto al conserje si no
se había dado cuenta de que los servicios estaban cerrados, y si
nadie había oído nada, a lo cual el conserje contestó que no oyó
nada, pero que al encontrarse la puerta con la cerradura rota llamó
a mantenimiento, donde le dijeron que lo arreglarían al día
siguiente, y que pusieron en la puerta “Fuera de servicio”. El
comisario le pidió que lo acompañara , golpearon la puerta,
llamando a Jorge. Se oyó una voz ronca decir
-¡ por fin...!
Una vez encerrado en el
servicio, Jorge intentó salir, y al no poder, forcejeando con la
puerta, fue a llamar por teléfono pero este se le cayó al suelo
rompiéndose en mil pedazos. Con los nervios, y las voces que dio, se
quedó un poco ronco. Esperó pacientemente a que alguien lo echara
de menos.
Había pasado unas
horribles horas esperando a que alguien lo sacara de allí.
A Melvin Antonio le mandaron como castigo ayudar en obras sociales durante cuatro meses para que aprendiera las consecuencias que podía acarrear una broma.