jueves, 27 de marzo de 2014

Y EL TREN SIGUIÓ SU CAMINO

 
            Cuando la sangre está caliente en una de esas tardes de bochornoso calor del verano, en una tarde ardiente de esas cualquiera, en la que la decisión tomada pareciese que hirviendo recorre la sangre de tus venas, en ese abismo solitario entre sentimientos envueltos en gritos silenciosos, das el paso necesario para salir de la bruma oscura que alumbra todavía el que estés viva, bajo el yugo de sus brazos, donde duermen vacíos sentimientos cohibidos, en noches tenues e insomnio paciente.
            Mientras tu voluntad rota bajo sus besos, llenos de palabras insultantes, rozan la piel donde descarga sus golpes, en esos largos amaneceres de valientes osadías delante del espejo, esplendor quebrado, donde no se ve hace tiempo tu reflejo; Pretendes volar hacia otro lado, un lado menos doloroso, menos humillante, y más libre. Y tus ojos humedecidos por la realidad, luchan para emprender un nuevo camino, sentada en un banco del anden esperas ver pasar paisajes sin retorno, para coger el tren que te lleve hacia una vida mejor.
            Temblorosa, agarras con fuerza el billete recién comprado e impaciente miras que el reloj marque la hora de tu partida; y en esas horas vacías de espera y miedo, a tu lado y como única compañía una maleta ,que parece acompañarte a desgana y que te recuerda que huyes de una vida incompleta, sintiéndote como barco a flote remendado por hundimientos incontables, y mientras tanto mirando las vías del tren, le viste llegar a gran velocidad dejando una suave brisa que acaricio toda tu piel.
            Por las escaleras del anden se ve bajar una sombra, cabizbaja, huyendo de las miradas indiscretas de los demás transeúntes. De repente en el suelo aparece medio pisoteado el billete de tren que te dice que eres apta para emprender el destino marcado. Y tirada en el anden quedó una solitaria maleta abandonada, único recuerdo de tu marcha.
            Tú ya no estás, el tren siguió su camino.

 

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